miércoles, 4 de abril de 2018

Literatura: Taiko












Aprovechando que estamos ahora en el apartado de historia por el periodo Muromachi, y dentro del periodo Sengoku aparecen los personajes más importantes de esa época, os hablaré del libro ideal para adentrarnos en la misma.

El libro al que hoy daremos un repaso se llama “Taiko”, y hace referencia no al instrumento musical de percusión tan conocido en Japón, y que se usaba también en las campañas militares. Hace referencia a un título que se concedía a los regentes retirados. Un emperador podía tener un “asistente” durante su infancia e incluso como adulto. En el primer caso se le denominaba sekkan (摂関) y en el segundo caso kanpaku (). El título de Taiko () se le solía dar un regente kanpaku retirado, pero en este caso se refiere a Hideyoshi. Esto es así porque al ser de origen plebeyo no pudo ser nombrado shogun.

Pero no adelantemos acontecimientos. Este libro (libros más bien) narran la infancia de Toyotomi Hideyoshi, de cómo entra al servicio del señor feudal Oda Nobunaga y de su ascenso paulatino desde ser un niño de familia humilde hasta llegar al puesto más poderoso del país. También nos narra lo que ocurre tras su muerte y el ascenso de Tokugawa Ieasu.


Estos libros no pretenden ser unos tratados estrictos de historia, de hecho es una versión novelada de los acontecimientos que aunque fiel a los personajes, fechas y acontecimientos se toma sin duda muchas libertades literarias para rellenar la falta de información personal en muchos casos.

El autor de estos libros es uno de los literatos más queridos y famosos de Japón: Eiji Yoshikawa.

Eiji Yoshikawa es el nombre de pluma de Hidetsugu Yoshikawa. Nació un 11 de agosto de 1892 en la provincia de Kanagawa, en lo que hoy es parte de la ciudad de Yokohama (al sur de Tokyo). Por problemas económicos en su familia se vio obligado a dejar la escuela a la temprana edad de 11 años. Entre otros trabajos, tuvo uno en el puerto de Yokohama donde tuvo un accidente que casi le cuesta la vida, de manera que se trasladó a Tokyo a trabajar como aprendiz en un taller de lacado. A pesar de abandonar la escuela a tan corta edad el siguió estudiando por su cuenta, interesándose sobre todo en la poesía y llegando a publicar cómics que eran acompañados de poemas haiku.

Con unos 22 años ganó un concurso de relatos con su “Un cuento de Enoshima”.  Poco después empezó a trabajar en el periódico Maiyu Shimbun en 1921 y en poco tiempo empezó a serializar su novela “Vida de Shinran” y a partir de ahí se convirtió en un escritor prolífico. Más de 20 obras, algunas de ellas de varios volúmenes a lo largo de los años (hasta más de 80 volúmenes en total). Hay que aclarar que muy pocas de  sus obras están traducidas al castellano, y pocas más al inglés. Su producción y popularidad eran tan grandes que se vio obligado a publicar bajo diferentes seudónimos. Se casó dos veces, fue además de un prolífico escritor un corresponsal de guerra. Fue tras esta época en la que escribió algunas de sus obras más famosas como la que nos ocupa y otras como “Mushashi” o “Romance de los tres reinos”

Murió el 7 de septiembre de 1962 por complicaciones son un cáncer a la edad de 70 años en Tokyo.

Yoshikawa ha recibido en Japón numerosas menciones y reconocimientos, siendo la mayor posiblemente la Orden de la Cultura (文化勲章 Bunka-kunshō) en 1960 y que premia a los escritores de especial relevancia japoneses.

Una parte importante de su obra no es original, sino una reelaboración de otras existentes (aunque tiene su producción propia, como el libro que nos ocupa). Esto es que cogió en más de una ocasión libros clásicos de difícil lectura, generalmente solo leídos por eruditos e historiadores y los convirtió en obras de fácil lectura para el público. Esto puede parecerles a algunos pueril, pero traer al gran público una obra como “El Heike monogatari” (un clásico del siglo XIII) y traerlo al gran público no tiene poco mérito. En España sin ir más lejos hay muchas versiones de “Don Quijote” que cambian mucho respecto al original, escrito en un español oscuro y complicado para muchos.

Taiko fue serializado en el periódico Asahi Shimbun, que sigue siendo a día de hoy el segundo diario más leído de Japón. Posteriormente se editó en once volúmenes en japonés, y en español se puede encontrar al menos en dos ediciones. Una en cinco tomos de la editorial Martínez Roca (que me temo estará más que probablemente descatalogada) y una más reciente de la editorial Quatemi en dos tomos.

Volviendo a la obra en si misma, esta incluye una gran cantidad de información en forma de nombres, fechas, clanes, batallas, estrategias y mil detalles que están históricamente contrastados. Por otro lado pensemos que es una novela histórica y obviamente no hay registros documentados ni de la infancia de Hideyoshi ni por supuesto de las conversaciones, chanzas y rumores que corrían entre los diferentes personajes en la época. Yoshikawa coge los datos históricos y los envuelve en una buena dosis de ficción en forma de relaciones entre personas. Lo cierto es que al margen de ser una ayuda interesante a la hora de entender esa época es también una novela interesante. Sin duda se inventó muchas cosas que simplemente no están documentadas, pero se las inventa teniendo en cuenta el carácter conocido de cada personaje. Por poner un ejemplo, nadie documentó como pidió la mano de su esposa Hideyoshi, pero Yoshikawa hilvana una ficción interesante y divertida que muy bien pudo ocurrir en realidad.

En lo que estaría relacionado con la calidad literaria, esta está fuera de toda duda. Es cierto que a menudo esto con gustos personales, pero Yoshikawa tuvo (y tiene aún) un enorme éxito de ventas, y no solo por los temas que toque en sus libros, sino porque es un escritor con una capacidad narrativa tremenda. Sus historias por decirlo de algún modo “enganchan”. Más si tenemos en cuenta que el formato original de muchas de ellas fue el de novela por entregas, y los autores de este género están obligados a mantener el interés del lector en fracciones pequeñas periódicas durante años. Hace falta un talento especial para ello y desde luego Yoshikawa lo tenía de sobra.