Ya os comenté que a medida que nos alejamos de los
tiempos remotos y vemos acontecimientos más “modernos” la cantidad de
información y documentación aumenta, y que ya no es posible en una entrada más
o menos breve condensar todo lo ocurrido en un periodo. Por otro lado tampoco
pretendo hacer un resumen concienzudo y detallado de todo lo ocurriendo en un
periodo por dos motivos. Uno es que se alargaría innecesariamente, y el otro es
que no es el propósito de este blog que no es otro que introducir ayudas al
viajero a ese país. En este caso aportándole conocimientos básicos de historia
(entre otros campos) para comprender y apreciar mejor lo que se encuentre en
sus visitas.
El periodo Kamakura como ya os comenté marca una
inflexión en la historia de Japón. Dejamos el periodo de esplendor cultural
Heian que seguía unos patrones marcadamente chinos y empiezan a aparecer varios
de los elementos e iconos de lo que consideramos a día de hoy el Japón tradicional
típico.
Por ejemplo el concepto de samurái “侍” aplicada a los guerreros aparece un
poco antes del periodo Kamakura. Anteriormente se usaba para los criados, y
aunque ya existían guerreros con muchas de las características que solemos
identificar con los samurái, estos dependían en su mayoría del gobierno
imperial.
Con la aparición del shogunato, los guerreros samurái,
sus señores feudales y el shogun se convirtieron durante cerca de 700 años en
los gobernantes reales del país. Los samurái se convirtieron en una clase
social a la que se accedía normalmente por nacimiento y en la que era muy
difícil entrar. Ese grupo se convirtió legalmente en una clase social por si
misma en el siglo XVII. La lealtad hacia
su señor era absoluta y al contrario de los “cuentos de caballería” que a veces
nos obsequia Hollywood, los samurái eran unos guerreros extremadamente
eficientes que raramente perdonaban a nadie. Era frecuente que tras la batalla
se diera caza a los guerreros que perdían la batalla y se les decapitase sin
contemplaciones. Además en contra de lo que aparece frecuentemente, sus armas a
menudo consistían en arco y lanza, usando las espadas solo al llegar al cuerpo
a cuerpo.
En este periodo fue cuando Minamoto no Yorimasa del clan
Minamoto realizó el que se considera generalmente el primer “seppuku” por parte
de un samurái, que cometió tras escribir un poema antes de ser capturado. Si
fue o no el primero es objeto de discusión, pero sin duda influyó en considerar
esta forma de suicidio ritual como algo propio de la casta samurái. Tema que
merece una entrada propia en todo caso. En cualquier caso habría que comentar
que como ya sabréis algunos, las palabras en japonés escritas con varios
caracteres kanji suelen tener dos lecturas: la china y la japonesa. A menudo se
han usado erróneamente en occidente pronunciaciones de estas palabras. Un
ejemplo típico es el nombre del famoso volcán “Fujiyama” que es completamente
erróneo. “Yama” es montaña, y la pronunciación correcta sería en todo caso
“Fujisan”. Aquí ocurre algo parecido, para un japonés la palabra correcta para
este ritual es “seppuku”, quedando el conocido “harakiri” como una palabra
vulgar.
También durante el periodo Kamakura hubo conflictos con
el exterior. Nada menos que con Kublai-Kan, el nieto del legendario Genghis Kan
que estableció el gran imperio mongol.
Durante el siglo XII, los mongoles llegaron a convertir a
invadir Goryeo (un reino que ocupaba la actual península de Corea)
En el 1266 Kublai Khan envió una amable carta a Japón en
la que envuelta en mucha floritura se podía leer simplemente que tenían dos
opciones: convertirse en un estado vasallo y pagar tributo al Khan o
enfrentarse militarmente a ellos. Esta carta no obtuvo una respuesta, y
sucesivos intentos de persuadir al shogunato o al emperador no tuvieron tampoco
éxito. Finalmente se decidieron por una acción militar.
Sería largo detallar todo lo ocurrido, pero tengamos en
cuenta que los mongoles tenían mucha más experiencia militar en organizar
grandes ejércitos y contaban con una superioridad tecnológica en forma de
mejores armas con mayor alcance. Además sus métodos de batalla carecían de la
ceremonia japonesa. Incluso en tiempos tan antiguos los mongoles ya usaban
bombas con pólvora. Por decirlo claramente, los japoneses lo tenían mal para
rechazar una invasión masiva que estaba mejor preparada para la guerra y que
además tenían mejores armas.
Pero las cosas no siempre salen como uno quiere. No solo
los guerreros samurái ofrecieron una resistencia mucho mayor a la esperada,
además en dos intentos de invasión las flotas mongolas fueron decimadas por un
tifón. Este es el origen de la palabra “Kamikaze” (神風)
que literalmente quiere decir “viento divino”. Los monjes aparentemente
atribuyeron a los dioses estos tifones y a partir de ahí se acuño esta palabra
que se popularizó en la segunda guerra mundial cuando se usó para hacer
referencia a los pilotos suicidas.
También en el periodo Kamakura se establece de forma más
común un fenómeno más antiguo. Además de los “honorables guerreros samurái” se
extienden escuelas de un arte diferente, otra forma de hacer la guerra que
identificamos mucho con las tradiciones japonesas. El soldado oculto, el espía
y asesino de las sombras: El shinobi o como se le conoce generalmente en
occidente como “ninja”. Se fundaron durante este periodo unas 25 escuelas
diferentes, concentradas sobre todo en las provincias de Iga y Kōga. Estos
guerreros tendrán a partir de este momento y en los siglos posteriores un papel
mucho más relevante que hasta entonces. Sus artes estarán al servicio de
diferentes clanes y aunque considerados por los samurái como poco honorables,
no dudarán en los siglos posteriores en hacer uso de sus servicios. Los shinobi
serán usados extensamente durante siglos por sus habilidades en la guerra y su
declive, como el de los samurái no llegarán hasta siglos más tarde en el
shogunato Tokugawa.
Como en los casos anteriores, en el periodo Kamakura
floreció algo ya existente y menos conocido en occidente: Los monjes guerreros
conocidos como sōhei ( 僧兵 ). Este fenómeno no debe de extrañarnos demasiado, ya
que en estos tiempos turbulentos muchos monasterios podían ver visto por los
señores feudales como una fuente de ingresos. Varias sectas budistas se
convirtieron de un modo u otro en sectas de monjes guerreros, estando entre
ellas la ya mencionada anteriormente del monte Hiei. Varios clanes como los Minamoto o los Taira
buscaron su ayuda durante las guerras Gempei. Estos monjes llegaron
posteriormente a formar parte del entramado de poder del Japón feudal.
El cambio de una estructura de poder a otra tuvo otras
consecuencias. Pasamos de un periodo de centralismo imperial con el poder
centrado en la corte y uno donde el shogun controla una serie de señores
feudales. Esto tuvo profundas repercusiones también en el mundo de las artes.
Tengamos en cuenta que el arte de cada época se crea por lo general para
contentar a unos clientes, patronos, mecenas… ya entendéis la idea. Esos ahora
son los que detentan el auténtico poder (lo cual incluye el económico). El arte
deja de ser tan estilizado y pasa a ser más “marcial” por así decirlo. El arte
debe de contentar ahora a unos señores que son tradicionalmente militares. La
pintura y escultura se vuelve más realista y menos estilizada. Buena parte de
esta se verá reflejada en las imágenes y pinturas de templos budistas, ya que
la religión y el poder siempre han estado en Japón cerca uno del otro. También
la arquitectura experimenta una pequeña revolución. Durante las revueltas que
precedieron a este periodo como las guerras Gempei se destruyeron muchos
edificios y en su reconstrucción se aplicaron nuevas técnicas. También se primó
el aspecto militar y la defensa sobre las consideraciones de carácter puramente
estético. También se hicieron populares en este periodo las “casas de té” que
son pequeñas edificaciones aisladas dentro de una propiedad dedicadas
exclusivamente a la ceremonia de servir el té. En este periodo el té dejo de
ser algo exclusivo de la casa imperial y los templos y se convirtió en un
artículo de lujo muy estimado por los señores feudales y la clase samurái en
general.
Un ejemplo particularmente interesante de este periodo
que puede interesar al viajero sería el templo Sanjūsangen-dō en Kyoto.
Construido en 1164 se incendió en el 1249 y fue reconstruido en el 1266. Debe
su nombre a las 36 columnas que tiene este templo y contiene una imagen de (ojo al nombrecito)
“Sahasrabhuja-arya-avalokiteśvara” más conocida como “El Kannon de los 1000
brazos”. Esta estatua es de este periodo y se considera un tesoro nacional de
Japón. Acompañando a esta estatua hay nada menos que mil más en un tamaño menor
esculpidas en madera de cedro japonés (muchas fueron destruidas en el incendio
y se repusieron en el siglo XIII).
También podremos ver influencias de este periodo en
diferentes jardines, en el periodo Kamakura estos jardines eran frecuentes en
los templos, y los monjes sus jardineros. Sobre todo esto ocurrió con la
creciente popularidad de la secta Zen del budismo. Entre algunos de estos
ejemplos podemos incluir los karesansui (枯山水). Estos jardines también llamados
“jardines secos” están compuestos de piedras, grava, musgo y arena. Puede
sonar, y perdonarme el chiste “árido” pero son de una particular belleza. El
más conocido no es de este periodo sino de uno posterior, y podemos encontrarlo
en el templo Ryōan-ji de Kyoto.
No me extiendo más, pero si que quiero avisar al viajero
que no hay que confundir el periodo Kamakura con la zona del mismo nombre. Lo mismo buscas “templos kamakura” pensando
en el periodo, y te salen los templos de esa zona (y hay un montón)
A partir de ahora, los diferentes periodos van a
sucederse en un entorno feudal, y veremos diferentes cambios. Llegamos a una
parte apasionante de su historia en la que aparecen personajes muy conocidos,
al menos en Japón.